Les dejo una breve historia que escribí hace mucho, así comienzo de a poco a regresar al foro. Ayanokouji Ume
Pétalos en la Oscuridad
La calle. Nunca antes recuerdo haber estado aquí mientras la luz de la luna no existe, mientras un manto de nubes cubre el cielo, volviéndolo violeta. Lloverá pronto. Las lágrimas caerán pronto, tal como los pétalos de los árboles.
Me gustaba esa calle. Los árboles ya florecidos la rodeaban pero oscurecían todo a su alrededor, incluso los rostros de las personas, tan sospechosas como mis propias manos.
Tomé una pequeña flor de uno de esos árboles. Tenía cinco pétalos rosas, a los que confiaría mi futuro, la casi invisible ilusión de mi corazón. El primer pétalo salió con una calma que sólo sentía mientras caminaba bajo el sol. Sentí a lo lejos los pasos de alguien desconocido, pero no tenía pruebas. Observé su sombra.
El segundo pétalo. Aún no me importaba demasiado, pero cada vez sentía más cercano el calor de ese desconocido, su sombra me seguía. Apresuré el paso, esperando que todo acabara pronto, pero a la vez, recordé que en casa me esperaba una sopa que no querría beber. Deseé que ni esa flor que comenzaba a morir en mis manos, ni esa sombra, estuvieran decidiendo mi destino. Sabía que si miraba hacia atrás, la muerte llegaría a mí, que terminaba con esta flor, el fin llegaría.
El tercer pétalo. Exactamente la mitad. Ya no sabía que pensar. Veía con claridad la sombra y el brazo que se levantaba. El cielo parecía aún más oscuro o quizás sólo mi vista estaba empañándose. El tercer pétalo me marcaba con un estigma, no había amor, tampoco había odio.
El frío me inunda. El cuarto pétalo llega como un cristal en mi pecho. Odio. Odio. Odio… esperaba que pudiera tener otra opción, pero no la tenía. Tras de mí había un hombre que lloraba enfadado, en su llanto acababa con su venganza. Sé que en la flor sólo quedaba un pétalo, pero no pude continuar. La caída fue suave, pero el impacto de la daga en mi pecho me impedía todo tipo de movimientos. La flor había muerto, la lluvia que acabaría con todos los nuevos brotes comenzó a caer.
-Se supone que me quieres… -
El quinto pétalo era el decisivo. Me quería, pero a la vez, no soportaba que siguiera con calma mi camino a ese hogar donde me esperaban con una sopa caliente, que detestaba, pero debía aceptar.
A mi lado los restos de la flor descansaban. Cada movimiento que me acercaba a ella era como las ventiscas de invierno, sin embargo, la alcancé. Sentía esa calidez, sentía que ya todo había terminado. Era el fin. El fin del camino, el fin de la flor que me indicaba un falso amor, era el fin de ese hombre, era mi propio fin.
Me gustaba esa calle. Los árboles ya florecidos la rodeaban pero oscurecían todo a su alrededor, incluso los rostros de las personas, tan sospechosas como mis propias manos.
Tomé una pequeña flor de uno de esos árboles. Tenía cinco pétalos rosas, a los que confiaría mi futuro, la casi invisible ilusión de mi corazón. El primer pétalo salió con una calma que sólo sentía mientras caminaba bajo el sol. Sentí a lo lejos los pasos de alguien desconocido, pero no tenía pruebas. Observé su sombra.
El segundo pétalo. Aún no me importaba demasiado, pero cada vez sentía más cercano el calor de ese desconocido, su sombra me seguía. Apresuré el paso, esperando que todo acabara pronto, pero a la vez, recordé que en casa me esperaba una sopa que no querría beber. Deseé que ni esa flor que comenzaba a morir en mis manos, ni esa sombra, estuvieran decidiendo mi destino. Sabía que si miraba hacia atrás, la muerte llegaría a mí, que terminaba con esta flor, el fin llegaría.
El tercer pétalo. Exactamente la mitad. Ya no sabía que pensar. Veía con claridad la sombra y el brazo que se levantaba. El cielo parecía aún más oscuro o quizás sólo mi vista estaba empañándose. El tercer pétalo me marcaba con un estigma, no había amor, tampoco había odio.
El frío me inunda. El cuarto pétalo llega como un cristal en mi pecho. Odio. Odio. Odio… esperaba que pudiera tener otra opción, pero no la tenía. Tras de mí había un hombre que lloraba enfadado, en su llanto acababa con su venganza. Sé que en la flor sólo quedaba un pétalo, pero no pude continuar. La caída fue suave, pero el impacto de la daga en mi pecho me impedía todo tipo de movimientos. La flor había muerto, la lluvia que acabaría con todos los nuevos brotes comenzó a caer.
-Se supone que me quieres… -
El quinto pétalo era el decisivo. Me quería, pero a la vez, no soportaba que siguiera con calma mi camino a ese hogar donde me esperaban con una sopa caliente, que detestaba, pero debía aceptar.
A mi lado los restos de la flor descansaban. Cada movimiento que me acercaba a ella era como las ventiscas de invierno, sin embargo, la alcancé. Sentía esa calidez, sentía que ya todo había terminado. Era el fin. El fin del camino, el fin de la flor que me indicaba un falso amor, era el fin de ese hombre, era mi propio fin.